Se denomina Zooterapia o Terapia con animales a aquellos tratamientos a humanos que utilizan como medida coadyuvante en la recuperación o mejoría de la salud del paciente el contacto con un animal. Las especies más empleadas son caballos y perros, siendo estos últimos los más cercanos a nosotros, por ser mascotas habituales.
Aunque parezca novedoso, el primer caso documentado data de 1962 Cuando el Dr. Levinson, psiquiatra infantil, percibió que en un caso concreto sólo avanzaba con su paciente cuando estaba presente su perro Jingles, aunque ya antes se habían introducido animales de granja en centros hospitalarios observándose que el cuidado de los mismos aceleraba la recuperación psicológica y emocional de los residentes.
Actualmente las aplicaciones de la terapia con perros, se dividen en dos grandes grupos:
-Físicas: rehabilitación y fisioterapia
-Psíquicas: enfermedades mentales, alteraciones de la conducta, déficits sociales, etc.
En estas terapias, llevadas a cabo por un equipo multidisciplinar, se aprovechan las características del animal enfocando el contacto con el paciente a conseguir los objetivos marcados por el profesional de la salud que lleve el caso, es decir, se trata de un trabajo coordinado y programado, con unos fines concretos.
En la misma línea, pero mucho más flexibles, se encuentran las Actividades asistidas por perros. Estas suelen ser sesiones grupales, dirigidas a un colectivo concreto, por ejemplo, adolescentes en riesgo de exclusión social, en las que no existe ni un programa ni unos objetivos prefijados, son sobre todo lúdicas.
En ambos casos los usuarios se benefician de la relación con un perro, pues recordemos que:
- Ellos disfrutan del contacto con humanos, a diferencia de otras especies. Esto es así porque ambas especies somos gregarias y sociales y llevamos 14000 años conviviendo juntos.
- Los perros no nos juzgan por nuestro aspecto, sólo por nuestras acciones: son incapaces de discriminar a una persona por una discapacidad física o mental.
- Numerosos estudios de investigación demuestran que el simple hecho de acariciar unos minutos a nuestra mascota disminuye la presión arterial, siendo muy recomendable la terapia con perros a pacientes que han sufrido un infarto de miocardio, pues disminuyen la probabilidad de una recidiva.
- El hecho de interactuar con ellos, de enseñarles órdenes simples o de sentirse parte activa de un equipo aumenta la autoestima en casos de alteraciones emocionales (shocks postraumáticos, víctimas de maltratos, niños- adolescentes con problemas de adaptación social…)
- En el caso de pacientes hospitalizados por largos periodos o de usuarios de residencias geriátricas, la tendencia es a ir perdiendo la ilusión, las ganas de relacionarse con los demás y a encerrarse en un mutismo que influye negativamente en su estado de salud. Aquí los efectos de las sesiones con perros son espectaculares: lo vivido en 45 minutos o una hora, que suele ser su duración, repercute en el resto de actividades de la semana, pues supone el salir de la rutina de una estancia larga en un sitio con pocos estímulos.
- También se ha observado que a veces sirven de hilo conductor en la comunicación terapeuta-paciente, pues el hecho de que el perro esté presente en la consulta del psiquiatra da un tono más cálido y relajado a la sesión.
- En niños con trastornos del desarrollo como hiperactividad o autismo un perro ayuda a aumentar la concentración y la motivación, acelerando así el proceso terapéutico.
- También se ha observado que a veces sirven de hilo conductor en la comunicación terapeuta-paciente, pues el hecho de que el perro esté presente en la consulta del psiquiatra da un tono más cálido y relajado a la sesión.
- En niños con trastornos del desarrollo como hiperactividad o autismo un perro ayuda a aumentar la concentración y la motivación, acelerando así el proceso terapéutico.
Evidentemente no todos los perros sirven para ser coterapéutas. Estos animales son seleccionados desde cachorros, teniendo en cuenta sus antecedentes familiares (sobre todo los de la madre, pues los genes maternos influyen más que los paternos en el temperamento y el carácter canino). Durante el periodo de socialización (de la octava a la decimosegunda semana de vida) son expuestos a todos los estímulos que pueden encontrarse en su trabajo de adultos (sillas de ruedas, niños con estereotipias, salas con suelos resbaladizos, personas mayores…. Y desde el adiestramiento básico al específico posterior su guía (que debe convivir con él las veinticuatro horas del día) le inculca un sistema de aprendizaje en el que sea capaz de buscar soluciones alternativas, trabajar bajo condiciones de estrés y estar atento a señales casi imperceptibles(lenguaje corporal).
En cuanto al temperamento debe ser un perro equilibrado, con cero muestras de agresividad y que disfrute en compañía de las personas. Para valorar su aptitud como perro de terapia existen test homologados (Ethotest y test de Campbell). Y por supuesto pasan revisiones veterinarias periódicas (normalmente cada seis meses se les practica pruebas diagnósticas de las principales enfermedades zoonóticas, es decir, las que pueden transmitir a humanos, como por ejemplo la leishmaniosis).
Actualmente en España hay numerosos programas puestos en marcha por diferentes entidades que cuentan con profesionales formados en nuestro país (Las Universidades de Barcelona y Sevilla han sido las pioneras en este campo).